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Me Apuñaló...

Por: Elkin Andrés Naranjo Yarce.



Si algún tema que me ha preocupado durante toda mi vida es el tema del amor, esa cosa de pensar es el otro, de sentir y existir por él, por ella o por ambos . Hay quienes pueden amar a uno, a una o a varios, yo por mi parte sólo he podido amar a uno quien seguramente no me amó a mí.

Era enero del 2001, yo con 14 años estaba interesado en navegar al son de las palabras leídas en voz alta en la angustiosa soledad de mi habitación, alejado de cualquier placer juvenil, producto de las emociones oscilantes de la pubertad.

Sentado en primera fila, con los entre abiertos y desorbitados, casi desconectado del planeta y sólo unido a éste por la voz de quien leía para todo un salón, pero que por el fruto de mi imaginación leía sólo para mí, no leía muy bien, debo reconocerlo, pero la intimidad que generaba el silencio y el placer de oir unicamnete su voz era suficiente y asi fue como lo conocí.

Él 16 años de haber nacido, pero unos 30 sis umamos la experiencia acumulada, sumergido por completo en la libertad de la adolescencia, en la imprudencia de la juventud y los ánimos dels entir que se conoce todo un mundo, que se le puede agarrar y dominar.

Nunca fuimos amigos, ni siquiera recuerdo que alguna vez me haya saludado. Ese día sin embargo, alguno de eso días de abril, él buscó en mis palabras respuestas a sus preguntas, yo busqué es mis respuestas razones para atarlo.

Pasaron velozmente los meses de felicidad, velozmente como todas las alegrías, pero dejando hondas cicatrices que tan sólo el tiempo podrá curar, pero que aún no ha podido. Meses en los que jugamos a ser novios, amigos, e incluso amantes, sin besos, ni caricias, amantes desde las miradas, los pensamientos y los sentires.

Han pasado ya casi 7 años, tengo 21 y todavía cada 29 de noviembre sientó que de nuevo tengo 15,s iento que nuevo el alma se me separa del cuerpo, el corazón se detiene, se aleja de mí para siempre el amor y me arropa la soledad.

29 de noviembre de 2001, mi casa el refugio perfecto para dos adolescentes ansiosos, uno de forma inocente y el otro no tengo ni idea, una terreza que mira desde lo alto al occidente de la ciudad, unas luces que a lo lejos se divertían con su rol de testigos, algunas gotas que se empeñaban en destrozar la oportunidad. Su mano en mi espalda y la otra en mi mano, mi otra en el aires, mis pies también. Por un segundo mi pensamiento en el libro Un beso de Dick que tantas veces leí, un segundo que terminó en el momento en que sus labios mil veces besados besaban los mios jamás hasta entonces rozados por otros. Quizá mils egundos o tal vez unos cuantos, la sonrisa de sus labios y ela sombro de mis ojos.

Una pregunta, ¿me olvidarás? dos respuestas, la primera, te amo, me imagino que no te olvidaré. la segunda y hasta hoy dolorosa, me besé con un hombre cómo me voy a olvidar y así pues luego de besarme, me pauñaló.












 Pasa él…

               Por Elkin Andrés Naranjo
 

 

Él se sienta en medio de un parque, en una banca un tanto desbaratada, se sienta ahí solo  a ver pasar la gente, los ancianos, los niños, las parejas y los solitarios. Mientras esta sentado piensa en lo que hizo ayer y en lo que tiene que hacer mañana, no piensa en el ahora por que sencillamente no existe. Él esta sentado pero a la distancia, de pie esta él, otro él, otro un poco mas joven, un poco menos vivido, lo mira a lo lejos, se imagina una vida diferente en la que se conocen y se aman, pero piensa que él no sabe siquiera que existe, que esta sentado y simplemente no sabe nada.

 

El ritual se repite cada viernes en el mismo parque y cada martes en una cafetería de la universidad, siempre se imagina como sería hablarle, que pasaría si le confiesa todo ese amor profundo y secreto, se imagina que él le dice que lo ama también y que empiezan a salir juntos, pero algunas veces se imagina también que él se enoja e incluso lo golpea, y así entre divagaciones pasan sus días, pasan las personas, pasa él.     

 

Algún día los dos él se han cruzado de frente, se han mirado fijamente, pero él se ha puesto tan nervioso que siguió caminando rápidamente, él en cambio se ha dado media vuelta y se ha quedado mirándolo, desea que él voltee y lo mire, pero eso no sucede.

 

Él siempre piensa por qué él en vez de mirarlo tanto no prefiere hablarle, sería mucho mas rápido y económico, piensa él mientras se sienta en aquel parque como cada martes a esperar que él se aparezca a mirarlo y a él le toca hacerse el que no sabe nada.

 

Por su parte él cada vez se convence más de que a él no le interesa si es que sabe siquiera que él existe, por eso a preferido verlo ahí sentado por última vez.

 

Él ha decidido que hoy, martes, va a dejar que él sepa que él sabe que existe, lo va a mirar fijamente, lo va a saludar y quizás si los nervios lo permiten le va a sonreír.

 

Él nunca llego, ni ese martes ni ningún otro martes, seguramente se buscó otro él, piensa él mientras elije otro él para empezar de nuevo.










 Lentamente abro los ojos”

 Por Elkin Andrés Naranjo Yarce
 
Con los ojos cerrados divago por mi mente en medio de ideas, sueños y recuerdos. Abro los ojos y me encuentro a mi mismo derrumbado sobre la cama, en esta pequeña habitación literalmente de cuatro paredes, inspecciono cada rincón, solo para descubrir que todo sigue tristemente igual, incluso yo mismo.

Me quedo así, en la misma posición, concentrado en la pared pero sin mirarla ni entenderla, mi mirada se dirige hacia ella, pero mi mente no, mi mano recorre todo mi rostro dibujándolo tras cada suave toque, dibujo así el contorno óseo de mi ojos, la curvatura exagerada de mi nariz, el grosor y la resequedad de mis labios, continuo el recorrido y de pronto me encuentro con mi cuello y su pronunciada manzana de Adán. Antes de descubrir nuevamente que mi pecho es fuerte como una roca me encuentro con aquella cicatriz, recuerdo de mil hazañas y mil huidas.
 
Me detengo por un segundo pues un extraño sonido me distrae, luego de la incertidumbre descubro que es sólo el vecino que con fuertes gritos pretende imponer su posición sobre la de su esposa, cierro fuertemente lo ojos para evadir el espantoso sonido, como si al hacerlo cerrara también mis odios, cuando por fin lo logro, los abro lentamente, miro de nuevo hacia la misma pared y continuo el recorrido, ahora me encuentro ya bajando por mi abdomen, me concentro y deseo con mi alma misma que aquello no se encuentre hoy allí, pero lamentablemente ahí esta, igual que siempre.
 
Ahora cierro otra vez los ojos y me dibujo de nuevo, pero esta vez no lo hago con mis manos, lo hago con mis deseos, con mis sentires y hasta mis necesidades. Inicio el recorrido y ya no hay curvatura en la nariz, la manzana de Adán ha sido devorada por algún inocente deseo, la cicatriz ya no esta para recordarme que me persiguieron, me apartaron, me humillaron y hasta me golpearon, con gran felicidad descubro que la fuerza de mi pecho se ha convertido en suavidad y volumen, ahora con deleite me acaricio. Continuando con gran temor, pues le temo a la desilusión, llego al final del recorrido y me encuentro que ahora si soy yo, él ya no esta, ahora soy ella, puedo verme ahí derrumbada en la misma cama de antes, con el cabello algo desordenado, los senos descubiertos, toda desnuda, toda libre, sonriendo, pues mi profundo deseo burló la errónea naturaleza.
 
Con los ojos cerrados divago por mi mente en medio de ideas, sueños y recuerdos. Abro los ojos y me encuentro a mi mismo derrumbado sobre la cama, en esta pequeña habitación literalmente de cuatro paredes, inspecciono cada rincón, solo para descubrir que todo sigue tristemente igual, incluso yo mismo.

 
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